Alimentación y emociones

La alimentación y nuestras emociones componen un binomio que frecuentemente funciona a la par. De cómo nos encontremos anímicamente dependerá qué nos apetece comer y, también, el hecho de habernos alimentado de una determinada forma influirá en cómo nos sintamos.

Nos enfrentamos a la comida de diferente modo si estamos estresados, aburridos o tristes, y esto puede suceder de manera consciente o inconsciente. Sin embargo, son conexiones complejas, y no es fácil determinar cómo es esta relación entre los alimentos que ingerimos y las emociones, qué se convierte en causa y qué se traduce en consecuencia.

No todas las emociones nos hacen reaccionar igual frente a la comida. Según algunos estudios, cuando estamos tristes se nos quitan las ganas de comer y cuando estamos aburridos, dichas ganas se incrementan.

Nuestras emociones se modifican en función de lo que comemos

También nos sentimos y actuamos de distinta manera antes o después de haber comido. Si tenemos hambre es frecuente que nos encontremos alerta, irritados en ocasiones, nerviosos; después de comer, por el contrario, el sistema nervioso produce una sensación de tranquilidad y nuestro humor mejora, nos sentimos más alegres, más positivos.

Así pues, si hemos ingerido algo que quizá sabemos que no deberíamos, por no ser sano o porque estamos haciendo una dieta y nos la hemos saltado, sentiremos ansiedad, vergüenza y ciertos remordimientos.

El estrés es otra de las emociones que se relacionan con la comida. Comer nos nutre, pero es una acción de placer; cuando estamos cansados nuestro apetito se despierta, y es que dormir poco se relaciona con un posible aumento de peso, ya que esta falta de sueño desemboca en episodios de estrés que aumentan las hormonas que, a su vez, están incrementando el deseo de comer.

Algunos alimentos calman la ansiedad por su propia composición

Ante ciertas sensaciones emocionales recurrimos a la comida, generalmente ingerimos aquello que tiene triptófano, que estimula la liberación de serotonina y nos hace sentirnos mejor y más tranquilos.

Chocolate, nueces o plátano son algunos ejemplos.

Chocolate y la ansiedad

En ocasiones estamos basando una elección respecto a la comida en una experiencia emocional del pasado, asociando según qué alimentos al momento, lugar, o persona con quien los hemos compartido. Esto puede hacer que rechacemos o adoremos ciertos productos por el recuerdo que tenemos de ellos.

Para lograr que la alimentación no sea solamente emocional, es importante comprender que la comida nos da placer y nos ayuda a sentirnos mejor, pero que no va a solucionar un problema. Y que esa ansiedad que parece aliviar en un momento dado, es simplemente, un estado temporal.

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