Cómo debe ser un buen terapeuta
En la terapia Gestalt, el contacto entre el paciente y el terapeuta es muy importante para que haya una evolución en el estado anímico y emocional del paciente. Sin embargo, no basta con que se realicen sesiones periódicas y un seguimiento constante.
El trabajo de un buen terapeuta consiste en forjar una relación plena con su paciente, de forma que éste obtenga las herramientas y la confianza para aprender a auto explorarse y regular sus emociones.
Desde el centro de Psicoterapia La Sal, te contamos algunas de las claves para forjar una buena relación terapéutica entre paciente y terapeuta, en base a las teorías de algunos de los psicólogos que más han profundizado en esta cuestión.
¿En qué consiste una relación terapéutica?
Los tres elementos de la relación terapéutica son:
- El paciente, que al inicio de la relación debe encontrarse en un estado de vulnerabilidad o angustia, pero al mismo tiempo, tener el deseo de conocerse a sí mismo y actuar para mejorar sus condiciones.
- El terapeuta, que debe mostrar empatía, respeto y un interés honesto por su paciente.
- La relación en sí misma, que debe cumplir con unos requisitos para que realmente se forme un vínculo. Servirá de vehículo para que el paciente logre un cambio.
Claves para una buena relación terapéutica
- Aunque el terapeuta cuenta con la teoría y la experiencia de su profesión, debe asumir que cada paciente es único, y por tanto diferente a los anteriores.
En la terapia Gestalt la capacidad de observación y de análisis del terapeuta cobra especial importancia. Debe fijarse en cualquier detalle: gestos, miradas, postura, tono de voz, etc., que pueda ayudarle a realizar su actividad terapéutica con ese paciente concreto.
- Tanto terapeuta como paciente deben mostrarse tal y como son. No se consigue nada si se acude a la terapia con una máscara, pues será imposible tratar y entender los problemas reales que afectan a esa persona.
Si el terapeuta se muestra a sí mismo con sinceridad y naturalidad, creará un ambiente seguro que invitará al paciente a mostrar sus pensamientos con mayor libertad y confianza.
- Los roles están diferenciados, pero aun así la relación entre terapeuta y paciente debe ser horizontal. No corresponde al terapeuta contar sus problemas al paciente para recibir un feedback, pero tampoco debe situarse por encima de él ni tener afán de manipular su comportamiento.
- En ocasiones sí deberá persuadirle para que siga sus recomendaciones si desea mejorar; pero a veces, cuando el terapeuta plantee una hipótesis, también será bueno que deje la puerta abierta a la interpretación y la reelaboración del paciente, de forma que vaya explorándose a sí mismo.
- El espacio donde se realiza la terapia debe ser un micro ecosistema propio en el cual no hay lugar para los prejuicios.
La humanidad del terapeuta debe hacerse patente en cada sesión, brindándole apoyo, mostrando un interés sincero por su evolución y disposición para compartir sus emociones y experiencias.
En la terapia Gestalt se busca “vivir la relación”, probar y explorar. Así, través del diálogo sincero y la experimentación, el paciente descubre cosas de sí mismo que le ayudan a auto regularse y sentirse mejor.
La relación terapéutica como exploración conjunta
El viaje del héroe es una estructura empleada en numerosas obras épicas y de literatura fantástica, como las piezas de cultura popular “Harry Potter” o “La Guerra de las Galaxias”. En este patrón literario, una persona en apariencia ordinaria se ve arrastrada a abandonar su rutina y a emprender una aventura llena de obstáculos. Durante la travesía se encuentra con diversos personajes, entre los que destaca la figura del maestro o mentor, que le presta una gran ayuda gracias a la cual el “héroe” crece, vence y logra finalmente alcanzar su destino.
Una buena relación terapéutica se desarrolla como una exploración conjunta, en la que se pueden encontrar similitudes con el viaje del héroe. El paciente vaga por diferentes caminos, encontrando obstáculos que le impiden cumplir su cometido (sentirse bien). El terapeuta es el elemento catalizador, que proporciona al paciente las herramientas que necesita para emprender la travesía y le empuja a aceptar el reto.
Cuando termine la historia, puede que el paciente haya logrado una de las victorias más formidables: encontrarse a sí mismo.
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