Las habilidades sociales son aquellas capacidades y conductas que hacen que podamos interactuar, relacionarnos y desenvolvernos con eficacia con otras personas y en entornos sociales.
Las habilidades sociales están compuestas por ideas, creencias, valores, sentimientos, por la propia cultura y situación sociodemográfica… y son consecuencia de la experiencia y el aprendizaje que adquirimos con el paso de los años.
Todo influye en cómo nos compartamos y en la forma en la que nos enfrentamos a las relaciones con otras personas.
Las habilidades sociales como base de la conducta social
En la infancia, las habilidades sociales son necesarias para que los niños comiencen a adaptarse al entorno en el que viven y, después, harán uso de ellas para crear herramientas de utilidad que les sirvan para vivir en sociedad de una manera ecológica.
No es algo innato; son parte del aprendizaje que ya desde pequeños debemos llevar a cabo.
Precisan, para que se desarrollen, entrar en relación con otras personas, y están formadas por actitudes tanto verbales como no verbales.
Estas habilidades son la base de la conducta social, mediante las cuales una persona interpreta una situación, en función de sus ideas, valores y creencias, y opta por actuar de un determinado modo. Se convierten en algo imprescindible para que nos desarrollemos integralmente.
Habilidades sociales básicas
Existen algunas habilidades sociales esenciales, como puede ser:
- La capacidad de crear lazos de afecto con otras personas.
- La empatía o habilidad de ponerse en el lugar del otro y así comprenderle mejor.
- La asertividad, que consiste en saber defender nuestras ideas y derechos sin hacer daño por ello a nadie.
- La cooperación.
- La comunicación.
- El control de los sentimientos e impulsos.
- La resolución de conflictos y la habilidad para comprender una determinada situación para no hacernos culpables de ello.
Pero hay muchas más que se desarrollan conforme avanza nuestra vida y nuestra socialización cuando entramos en contacto con los demás. Se pueden aprender a través de una experiencia directa, por imitación o a través de refuerzos, sobre todo en la etapa de la infancia.
Cuando las habilidades sociales se desarrollan y se trabaja en ello se pueden evitar situaciones de ansiedad y falta de control ante circunstancias nuevas o complicadas.
Todo ello hace que los problemas se resuelvan de forma más sencilla, haya una mejor comunicación emocional y mejore la manera en la que nos relacionamos con los demás y, en consecuencia, la percepción de nosotros mismos y nuestra autoestima.