¿Cuántas veces has naufragado en tus recuerdos o has fantaseado con planes que te gustaría llevar a cabo en un futuro muy lejano? En general, las personas tenemos tendencia a vivir muy ancladas al pasado y a mirar constantemente al futuro.
No es que estas prácticas en sí sean malas; como siempre, depende de cómo reaccionemos ante las imágenes que nos provoquen. Pero si tenemos dificultad para gestionar nuestras emociones, este tipo de pensamientos pueden despertar ansiedad, culpa, estrés, remordimiento y otras sensaciones que fomentan nuestro desequilibrio emocional.



